NAVARRA

NAVARRA

lunes, 25 de noviembre de 2013

Navarra, tierra de diversidad

Por Jorge Tirapu 

         De norte a sur y de este a oeste, Navarra es tierra de contrastes.  Es “tierra de diversidad”, tal y como reza su eslogan turístico. La Comunidad Foral  ofrece una amplia diversidad de paisajes a su visitante: desde las altas cumbres y suaves valles del Pirineo en el norte hasta el paisaje desértico ofrecido por las Bardenas Reales al sur de la región.


Los frondosos bosques de la zona norte, en los valles del Roncal, Salazar, Aézcoa o Baztán, nos sumergen en un pulmón natural difícil de igualar. Debido a su proximidad con Francia, país con el que limita, Navarra comparte otro obsequio de los sentidos, una maravilla de la naturaleza como es la Selva del Irati, considerado el segundo hayedo más importante de Europa.   
Bosque del Irati

Tierra marcada por hondas tradiciones, gentes nobles y honestas,  y  una suculenta gastronomía que harán sentir al visitante como en su propia casa. Encantos todos ellos que no han pasado desapercibidos para el cine ni la literatura. El cineasta Alex de la Iglesia ha puesto sus focos en las Cuevas de Zugarramurdi, para ilustrar su última película. Un entorno natural, cargado de magia, donde se reunían las brujas para celebrar sus aquelarres. El basajaun, un ser de la mitología vasca, centra el argumento de la trepidante novela policiaca “El guardián invisible”, escrito por Dolores Redondo, cuyo argumento se desarrolla en el valle del Baztán y su localidad de cabecera,  Elizondo. Navarra es además punto de partida y puerta de entrada del Camino de Santiago. De la localidad fronteriza de Valcarlos o de la vecina francesa Saint Jean Pied de Port, inician su travesía miles de peregrinos hasta llegar a la capital gallega. Esta ruta fue promovida en el siglo XII por el rey navarro Sancho III el Mayor, tomando el nombre de Camino Francés. A lo largo de su recorrido, la comunidad navarra muestra al visitante gran parte de sus tesoros artísticos y de su diversidad natural y cultural. A su paso puede disfrutarse de autenticas joyas de la arquitectura religiosa. La Zona Media es un reflejo de ello, con iglesias románicas y monasterios como Leyre, La Oliva, Eunate, Iranzu e Irache.

Palacio Real de Olite
También de imponentes castillos, que salpican la zona media, como el Castillo de Javier o el Palacio Real de Olite,  corte de los Reyes navarros hasta la conquista de Navarra y su incorporación a la Corona de Castilla.
Otro viaje al medievo supondrá visitar la ciudad de Estella-Lizarra , cuna de un gran patrimonio artístico e histórico, que hizo que durante la Edad Media fuera conocida como la “Toledo de Navarra”. Pasear por sus calles supone realizar un viaje en el tiempo. Algunos de los barrios más famosos son San Pedro de la Rúa, donde se encontraba la antigua judería; o San Miguel, donde se congregaban los mercaderes. La Ribera de Navarra  ofrece el siempre espectacular paisaje de las Bardenas Reales , un vasto territorio de aspecto desértico plagado de recorridos. Su capital, Tudela, bañada por el río Ebro,  fue un ejemplo de convivencia de culturas, que dejaron su huella en la ciudad, donde luce imponente su catedral. Su claustro es uno de los de mayor valor arquitectónico y alberga en su interior un patrimonio de gran valor artístico.


Claustro de Catedral de Tudela
Tierra de buen llantar y buen beber, a su paso acoge bodegas cuyos caldos cosechan premios internacionales año tras año. Entre sus paredes, en las que se fusiona arte, naturaleza y vino, se agolpan años de historia y de laborioso trabajo. Un maridaje, sin lugar a dudas, que nunca defrauda. Por todo ello Navarra bien merece una visita. Tierra de arraigadas tradiciones y fiestas únicas, como las de San Fermín, que reflejan el carácter amable y extrovertido de sus gentes. Unas fiestas, conocidas en todo el mundo, que coloca a Pamplona, su capital, en un escaparate internacional. Su chupinazo, cada 6 de julio, y sus famosos y trepidantes encierros son algunos de los atractivos de una fiesta sin igual.

Chupinazo de Pamplona

Pero más allá de estas populares fiestas Pamplona se erige como una ciudad acogedora y hospitalaria, que recibe a sus gentes con los brazos abiertos dispuesta a no defraudarles.  Entre sus murallas, que protegían tiempo atrás la ciudad, se esconden siglos de historia, al igual que en su casco medieval. La Ciudadela, que alberga parte del recinto amurallado, o los parques de la Taconera y Yamaguchi son algunos de los pulmones verdes con los que cuenta la ciudad. Además de estos atractivos históricos la capital navarra cuenta con infraestructuras del más alto nivel, como el Palacio Baluarte, para celebrar reuniones y congresos.

Palacio de Congresos Baluarte

A ello hay que sumar una amplia red de establecimientos y servicios aderezada con una suculenta oferta gastronómica. Atractivos todos ellos que han convertido a Navarra, junto a Canarias, en una de las comunidades autónomas que más ha crecido como destino turístico de enero a octubre de este año. Uno de los secretos que envuelven estas estadísticas está, además de en sus atractivos, en su importante labor de promoción turística. Y es que la Comunidad Foral lleva a cabo una intensa difusión de su oferta turística. Además de en la Feria Internacional de Turismo (FITUR), Navarra también vende su imagen en otros foros de similares características que se celebran a lo largo y ancho del país. Tampoco escapa de sus garras Estados Unidos ni el continente europeo donde promociona sus atractivos en países como Holanda, Bélgica, Francia, Inglaterra o Italia, entre otros. En todos estos lugares Navarra se muestra como una tierra que te atrapa y te engulle en todos los sentidos.Un rincón de España que no te deja escapar ni te deja indiferente. Entre otros motivos, además de por sus espectaculares paisajes y contrastes, por su rica y variada gastronomía repleta de platos típicos y productos de la tierra: espárragos, pimientos del piquillo de Lodosa, alcachofas de Tudela, queso del Baztán..Un suculento manjar, un sinfín de sabores y de rincones que merece la pena visitar sea cual sea la estación del año. Por todo ello, como reza el eslogan de su campaña turística en 2013  "Déjate abrazar".

domingo, 24 de noviembre de 2013

El encanto de los patios cordobeses





Por Rafael Ángel Angulo

              Mayo es el Mes, en mayúsculas, no hay otro a lo largo del año que pueda hacerle sombra. Los cordobeses lo hacen suyo, tanto que parece como si lo hubiesen inventado. Es el paso previo al verano, que deja tras de sí la primavera, ese oasis intermedio en el que las flores repuntan en su belleza antes de marchitarse, el sol calienta pero no quema, el intenso azul del cielo es recortado por los edificios, los turistas despliegan sus planos y sus ganas de conocer… y ¿Córdoba?

                Córdoba se acicala para dar lo mejor de sí mismo a propios y extraños. Si los habitantes de esta antigua ciudad califal son habitualmente buenos anfitriones, durante este mes se esmeran con el visitante, lo miman, saben que tienen treinta y una oportunidades, en forma de día, para hacerle volver. Un mayo tan intenso que seguramente se necesitan los siguientes once meses para recuperar las fuerzas perdidas: La Cata del Vino, El Concurso de Cruces, la Batalla de las Flores, la Romería de la Virgen de Linares, la Feria de Nuestra Señora de la Salud y el Festival y Concurso de Patios con el de Rejas y Balcones.


La joya de la corona

            Es el Concurso de Patios convocado por el Ayuntamiento, celebrado del 2 al 13 , la joya de la corona de las fiestas cordobesas. En él han participado cincuenta y ocho patios divididos en arquitectura antigua y moderna o renovada,diez de los cuales fuera de concurso por sus características especiales. Es innegable el poder de convocatoria que ejerce el Concurso, pues este año el número total de visitas que ha recibido es de 843.804 a una media de 14.548 por patio. El número de turistas que visitaron la ciudad con el objetivo de conocer los patios fue 28.141, a los que se suman 12.643 con otro propósito pero aprovecharon la ocasión para visitarlos y 29.533 visitantes locales. El impacto económico dejado en la ciudad durante esos doce días se calcula en torno a los 3,3 millones de euros, es indudable el motor financiero que ejerce el evento sobre la economía cordobesa.


Fotografía: Dolores Gutierrez (1º Premio Patios 2009)
Pero no solo de economía vive el hombre, en este caso el cordobés, también del sosiego, de la paz, de la tranquilidad, que todo el casco antiguo de la ciudad trasmite, por cierto de los mayores de Europa. Aunque estos días se ha visto alterado por el ir y venir de los visitantes. La mayoría perdidos entre las laberínticas calles empedradas y adoquinadas, buscando las tres rutas que componen el recorrido de los patios a concurso. Tratando de comprobar en primera persona si es cierto que se puede entrar en residencias particulares para ver la parte más florida de la casa. Atestiguar esa tradición mediterránea en la que se reserva una parte de la vivienda al placer de los cinco sentidos: el olfato con el olor de plantas y flores, el oído con el borboteo del agua, la vista con los colores que mezclan gitanillas, geranios, jazmines, hortensias, claveles…, el tacto de los limoneros y naranjos, y el gusto de poder contemplar todo esto. El patio cordobés que viene de una tradición milenaria donde primero los romanos asentaron una tradición seguida y enriquecida por visigodos, hebreos, cristianos y, muy especialmente, por musulmanes. Que no espere el visitante, tras pasar el zaguán, encontrar bullicio o algarabía, o el tópico toque de guitarra acompañado de cante y baile, todo lo contrario, el tiempo se queda congelado, extasiado, mirando cómo los cuidadores utilizan sus brazos como pinceles sobre el lienzo blanco de las paredes, mientras las macetas hacen de óleo dejando notas de color en un arcoíris vegetal.Como escribe Ricardo Molina, uno de los muchos poetas de la tierra que loaron el emblema de Córdoba: “El patio oye el suspiro de otros días en sus arcos. En las paredes húmedas se estremecen las yedras./Lilas, jazmines y celindas/ tiemblan gozosos en el aire tibio/ bajo el beso fugaz de las abejas;/ pero no saben cómo un día nos amamos”.
El alma de Córdoba
La exhibición de los patios a los vecinos y foráneos arranca sobre 1912, pero es institucionalizada en 1933 mediante un concurso municipal. Abrir las puertas de par en par mostrando la intimidad de los aposentos como una fiesta solo será interrumpida en 1937 y 1938, por la Guerra Civil, en 1940 y 1943, por la penurias de la posguerra, y en 1953 y 1954, por su vinculación a la fiesta de las cruces. De una etapa donde el verde predominaba sobre el resto en el colorido de los patios, con la llegada del siglo XX, el color fue aumentando de tonalidades al extenderse las casas de vecinos ocupadas por una población rural que buscaba en la ciudad nuevos horizontes sin dejar sus raíces. 


Fotografía: Rafael Ángel Angulo
El cuidado de macetas, e incluso árboles y arbustos, se aliaban con una vida sencilla y austera de la que formaba parte fundamental el patio y donde muchos acontecimientos sociales sucedían en sus suelos empedrados. Con la llegada de los noventa en el siglo pasado se potencia el concurso y se aumentan las dotaciones económicas de los premios. Córdoba es consciente que tiene un diamante en bruto al que hay que pulir. La proyección y reconocimiento internacional sebusca con la presentación a la Unesco de los recintos tradicionales cordobeses como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en el año 2011, tras su rechazo por el organismo de las Naciones Unidas se volverá a intentar este año en noviembre en la isla caribeña de Granada. Si algo refleja el sentir de esta ciudad y de sus gentes son los patios, una expresión natural y cosmopolita, a la vez, con cientos de años de tradición en pleno siglo XXI.Como nos recuerda Pablo García Baena, el gran poeta cordobés del Grupo Cántico, “El alma de Córdoba está en sus patios, el patio que surge espontáneo y libre en todos los barrios y que descubrió el maestro Azorín”.